Carlos Duarte Martinez es un interno que acaba de ingresar, en calidad de penado, en el Centro Penitenciario de Zuera (Zaragoza). Inmediatamente, se procede a estudiar toda la información penal, procesal y penitenciaria recibida sobre el interno, realizando la valoración criminológica necesaria para su clasificación y la programación de su tratamiento.
Tras ser entrevistado en el Departamento de Ingresos por los profesionales a que se refiere el artículo 20.2 del Reglamento Penitenciario, enseguida se pone de manifiesto que el penado debe ser aconsejado en orientación profesional, dado que se trata de un interno muy joven (cuenta con 20 años).
A la semana de ingresar, Carlos sufre un pequeño accidente en su propia celda al golpearse la cabeza con la esquina de la ventana que se encontraba abierta, produciéndose una brecha que requiere que se le apliquen varios puntos de sutura. Como consecuencia de la atención a este interno, se constata que en la Enfermería no quedan prácticamente grapas de aproximación y que las vendas y otro material clínico de uso habitual escasean también.
Al dia siguiente, encontrándose el interno en el Departamento de Jóvenes, se procede al cacheo de su celda localizándose varias pastillas que el interno no tiene prescritas, en concreto «tranquimazines», así como un termómetro digital y unas tijeras de curas; objetos, todos ellos, presumiblemente sustraídos de la enfermería el día anterior. Cuando el funcionario se dispone a redactar el parte correspondiente se percata de que Carlos no consta en la relación de los internos albergados en la Unidad y que la celda cacheada aparece, en la citada relación, asignada a otro interno.
La primariedad delictiva de Carlos así como la no excesiva duración de su condena, habían hecho al Equipo Técnico plantearse la posibilidad de informar favorablemente su clasificación inicial en tercer grado, pero los hechos anteriormente descritos determinan que la propuesta de clasificación sea, finalmente, en segundo grado.